sábado, 2 de abril de 2016

POR QUÉ UN CLUB DE LECTURA TE AYUDARÁ A RECUPERAR EL GUSTO POR LEER

¿Cuántas veces nos habremos dicho “tengo que leer más”? Según datos del último barómetro de lectura del CIS (2015) el 35% de los españoles declara no leer nunca o casi nunca. La media de libros que lee el espectro de lectores que reconoce leer (65%) es de 8,5 títulos (el tope son los 47 libros por año de los finlandeses). Análisis anteriores sobre los hábitos de lectura concluyen que de esos 65% de lectores, hay un minoría que lee mucho y que es la que realmente sostiene las medias. Muy mejorable… Por otra parte, sabido es que el ser humano, además de ser un animal social, muchas veces trabaja bien bajo presión. O al menos con plazos y fechas límite. Quizás ese sea uno de los motivos por el que en los últimos años han proliferado los clubs de lectura en nuestro país. Son agrupaciones de personas que, unidas por su interés por los libros, comparten lecturas y ratos de conversación al respecto.
La Buena Vida es una librería madrileña con larga tradición en organización de clubs de lectura. Jesús Trueba, el propietario, nos cuenta cómo surgió: “La idea de que la gente viniera a compartir sus lecturas privadas con otras personas encajaba con la idea de una librería que sirviera de punto de encuentro de personas con inquietudes e intereses comunes”. Organizan varios con diversos formatos, pero básicamente “se trata de reuniones de lectores alrededor de uno o dos libros que, moderados por una persona cualificada y entusiasta, buscan ampliar su propia experiencia de lectura enriqueciéndola con la de otras personas con perfiles personales, culturales y profesionales diferentes, e intentando indagar sobre la obra y su autor desde todos los puntos de vista: estilístico, temático, temporal…”, asegura. Según cuenta, el 95% de los participantes son mujeres y las edades son muy variadas, aunque fundamentalmente se trata de personas en edad laboral. Para él la gente se apunta animada por la idea de compartir su particular mirada sobre una lectura y su deseo de participar en una comunidad de personas que comparten su interés por leer. “Es probable que en su entorno profesional o personal no tengan a personas con las que compartir esta afición y aqui encuentran una pequeña comunidad afín. Además, como decía una participante hace poco hablando con una amiga, desde que viene a los clubes, parece que lee un libro diferente, y lo hace con una atención mayor”, añade. ¿Se convierte así el libro en una experiencia colectiva? “Así es, pero como se hace después de la lectura, no sustituye o influye en la experiencia personal, sino que hace las veces de una larga sobremesa y meditación sobre lo ya leído”, concluye.
Otro café-librería muy prolífico en estas lides es La Fugitiva, también en Madrid. Allí un domingo de cada mes tienen lugar unas tertulias filosóficas dirigidas por Jorge Fernández, escritor de profesion. “Desde la librería La Fugitiva me propusieron hacer unas tertulias mensuales a partir de libros y lecturas que desarrollaran algunos temas en los que yo había trabajado anteriormente. La dependienta de la librería, gran lectora y amiga, lo habló con los encargados y se hizo cargo de programar la actividad y de informar a algunos clientes asiduos que podrían estar interesados. Ahora mismo, llevamos unos tres o cuatro años y hacemos aproximadamente ocho encuentros al año”, cuenta. Asuntos de género a través de Judith Butler, de filosofía política vía Zygmunt Bauman o Slavoj Zizek, o sobre el lenguaje poético leyendo a Michel Foucault… las temáticas y autores son numerosos y a buen seguro enriquecedores. Los motivos por los que la gente se apunta son variados: “Por curiosidad, por interés intelectual, por sociabilidad, para probar nuevas experiencias…”, añade. La dinámica es la siguiente: cada mes tienen una lectura programada: el director prepara concienzudamente los temas y durante la sesión los expone, después de una breve presentación de todos los asistentes, en la que se presentan y hablan sobre sus aficiones e intereses intelectuales. “Como no siempre todos han tenido tiempo para leer el libro, soy bastante meticuloso a la hora de desarrollar los temas del libro, y a partir de ahí se generan debates y opiniones en donde todos participan y yo hago las funciones de moderador”, comenta. Según dice, “durante los primeros años el público fue muy itinerante: unos pocos repetían, pero otros muchos acudían una o dos veces, dejaban de ir y volvían más adelante, o desaparecían tras una primera toma de contacto a pesar de haber sido muy participativos durante la sesión. Con el tiempo, varias personas se han mostrado cada vez más fieles, hasta el punto de que he podido delegar tareas en otro compañero, que dirige por su cuenta algunas de las sesiones”.
Pero, ¿son una moda los clubs de lectura? Se lo hemos preguntado a Óscar Carreño, Técnico de cultura de Biblioteques de Barcelona y coordinador de los clubes de lectura de la red de bibliotecas de la ciudad Condal. “Yo creo que el éxito de los clubes de lectura radica en la necesidad de las personas de encontrar espacios de conversación y de identificarse con grupos que compartan los propios intereses. Desde este punto de vista los clubes de lectura no son una moda sino la materialización de la necesidad humana básica de la conversación presencial”, explica. Entonces, ¿cuál es el origen de los clubs de lectura y desde cuándo son una práctica habitual en las comunidades? “Siempre digo que la sencillez de la propuesta es tal que la tentación es la de situar ya los clubes de lectura en la época de Pericles. Los clubes de lectura tal y como los conocemos hoy son un fenómeno relativamente nuevo, nacido durante la II posguerra mundial y que tuvo su auge en los EEUU durante la primera mitad de la década de los 90. La dinámica actual de los clubes de lectura y la propuesta de encuentro regular para conversar sobre un libro previamente leído por sus miembros, denota al fin y al cabo, la democratización del acceso a la cultura y este es un proceso relativamente reciente”.
Este experto ha escrito dos libros al respecto de este fenómeno. El primero respondió a una demanda de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya), y se tituló Clubes de lectura. Obra en movimiento, y recogía su interés en presentar los clubes de lectura como una proyección de la obra literaria, una obra que los lectores del club de lectura reconstruyen con cada una de sus aportaciones. El segundo libro, El eco de la lecturas, fue un encargo del Ministerio de Educación de Chile a través de la DIBAM (la dirección de Bibliotecas, archivos y museos), que respondía a la apuesta de la DIBAM para otorgarle a los clubes de lectura un papel relevante en el marco del Plan Nacional de lectura (2015-2020). Según él, “los clubes de lectura proponen una sociabilización, no del ejercicio lector (ya que la lectura de los libros del club continua realizándose de manera individual y solitaria), como de su conclusión. Llena el vacío que en muchas ocasiones sufre el lector de no poder compartir con otros lectores lo mucho que le ha gustado un libro, pero también las pocas satisfacciones que ha podido ofrecerle. Lo colectivo es pues el debate, y de ese debate, sin duda surge un nuevo libro, pues un club de lectura es en sí mismo un ejercicio creativo, una obra en movimiento, con la que se recrea lo leído. Las lecturas de los libros de un club de lectura no se hacen bajo unas premisas pautadas. Cada lector realiza su lectura (siempre personal y diferente y únicamente sujeta a su expectativa y su experiencia). Tampoco las sesiones y la dinamización que el conductor hace de ellas habrían de fijarse a ninguna pauta previa. Se trata de potenciar el debate espontáneo sobre lo que nos ha deparado la lectura del libro, sobre lo que nos han sugerido sus temas o sobre el deleite o el rechazo de los recursos estilísticos utilizados”. Según este experto, las motivaciones para apuntarse a un club de lectura parecen ser varias: hay quien acude como acicate para la propia lectura; quien lo hace porque siendo lector habitual no tiene con quién compartir las opiniones que le ha deparado la lectura, y hay quien busca en la propuesta participar de una experiencia regular en la que debatir y en la que sentirse partícipe de un grupo. “Una observación interesante al respecto es que en ocasiones se invierte la jerarquía de motivos aceptada a la hora de explicarnos las causas por las que se participa en un club de lectura: la primera impresión nos lleva a la idea de que como leo participo en el club de lectura para conversar sobre lo leído, cuando en ocasiones la máxima se invierte: como formo parte de un grupo que habitualmente conversa sobre lo leído yo también leo”, añade.
¿Son las series el mayor enemigo de la lectura hoy?
No nos engañemos: el gesto a la hora de irnos a dormir ya no es encender la lamparita junto a la cama y dedicar un rato a la lectura, sino más bien poner algún capitulo de la serie que estemos siguiendo. La mayoría de veces la razón es que estamos agotados y no tenemos energía para mucho más esfuerzo intelectual en el día. ¿Son las series el mayor enemigo de la lectura hoy? Óscar Carreño nos da unas pistas: “no hay más enemigo de la lectura que la impaciencia y la prisa, esa forma tonta del tiempo de la que hablaba Juan Rulfo, tan enquistadas en nuestro tiempo. La lectura demanda un tiempo prolongado de dedicación que los formatos audiovisuales reducen considerablemente. La recepción de un obra literaria implica una dilación del tiempo mayor que la de las películas, series televisivas o representaciones teatrales. En el fondo todo nace de la inmediatez que exigimos a nuestros hábitos culturales. Y creo que esto también sirve para explicar el éxito de determinados géneros literarios  vinculados a la propia escritura: el cómic, la novela negra, géneros cuya recepción no exige la demora del tiempo de otros. No entro en valoraciones estéticas ni juzgo su calidad, solo busco la explicación de su éxito en el tiempo que nos supone su consumo en relación a la exigencia de tiempo de otros géneros”.
Conozcamos la visión de una integrante de un club de lectura: ¿por qué unirse? Silvia Cuartas es una aficionada a la lectura que forma parte de uno: “Fui una niña y adolescente muy lectora, pero en los últimos años notaba que estaba leyendo mucho menos de lo que me gustaría. Internet, las series y la vida madrileña en general quitan mucho tiempo. Aunque fue precisamente una serie la que hizo que me apeteciera apuntarme a un club de lectura: el primer episodio de la tercera temporada de Lost (A Tale of Two Cities) comienza con una sesión del club que tienen Juliet y otros miembros de ‘los otros’, en la que charlan sobre ‘Carrie’, de Stephen King. Busqué información, pero en aquel momento no encontré apenas ninguno en Madrid al que poder unirme”. El club se lo descubrió uno de sus amigos, y no conocía al resto de personas que participaban. “Es muy de andar por casa: lo había creado una amiga suya, que reclutó a su novio, sus suegros, un vecino de estos, otros amigos y conocidos… Nos reunimos una vez al mes y en cada sesión coincidimos unas diez personas, depende del día.  Últimamente lo tenemos algo abandonado, cuesta cuadrar agendas, pero estoy segura de que resurgirá con fuerza en cualquier momento. Algo que me gusta mucho es la variedad de edades, perfiles y opiniones de quienes lo componemos. Hay diversidad de gustos, pero también más que suficiente afinidad. Nos lo pasamos muy bien, tanto comentando el libro como discutiendo cuál será el siguiente”. Para ella compartir la experiencia lectora y ampliar la propia visión poniendo en común las conclusiones son clave: “cuando ves una buena peli en el cine o el último capítulo de la serie del momento,  te apetece comentarlos y es fácil tener gente cerca con la que poder hacerlo. Una de las mejores cosas de estar en un club de lectura, y supongo que la razón fundamental por la que te apuntas, es terminar un libro y tener la oportunidad de compartir con otras personas tus impresiones, conocer el punto de vista de los demás sobre la trama o algún personaje… la lectura que habías hecho se enriquece. El club me ha servido también para descubrir libros y autores a los que quizás a priori no me habría acercado. Recuerdo por ejemplo ‘A sangre y fuego’ de Manuel Chaves Nogales. Cuando un chico del club lo propuso como lectura me dio cierta pereza, luego se lo confesé y le tuve que felicitar por la elección, ¡qué gran libro!”. ¿Supondrá el club un aliciente a la constancia lectora de cada uno? “Bueno, como mínimo te ves en la ‘obligación’ de leer el libro del mes (lo que desde luego no se puede decir que sea mucho). Pero hablar de libros lleva querer leer más libros. En cada reunión, además de debatir sobre la novela elegida salen a relucir en la conversación muchos otros títulos y recomendaciones… Constatas una vez más cuánta buena literatura tienes pendiente y de manera natural te entran ganas de leer más”.
Es una realidad que los Clubs de lectura se están haciendo un hueco en el planning de actividades de muchos españoles, e instituciones culturales como La Casa Encendida en Madrid también los incluyen en sus programaciones. Más allá de los entornos físicos y del debate presencial existen, cómo no, mundos virtuales en los que compartir experiencias lectoras. Es el caso de Goodreads, una red social al más puro estilo Filmaffinity donde se pueden puntuar los libros, hacer recomendaciones, y en la que te puedes poner objetivos lectores. Un instrumento más capaz de crear una comunidad en torno al libro y de prescribir sin fronteras.
FUENTE;: EL PAÍS

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