El efecto del Club de lectura –Oprah’s Book Club, ahora versión 2.0– tiene tanto poder que un desconocido autor nigeriano, Uwem Akpan, se despachó en unos días 700.000 copias de su libro de cuentos africanos –Tu di que eres uno de ellos (El tercer nombre)– tras pasar por el programa.
¿Y si lo comparamos con otros eventos literarios? No hay problema.
Toni Morrison, por ejemplo, incrementó sus ventas mucho más al ser seleccionada por el Club de lectura de Oprah que después de haber ganado el Premio Nobel. Vuelvan a leer el párrafo, por favor.
Esto es España, caramba
Aquí las cifras están muy lejos de las norteamericanas. Como lo está, también, el tamaño de nuestro mercado y, en especial, la consideración del libro como vehículo cultural y de entretenimiento.La audiencia media del programa de Oprah en la cadena ABC –datos de 2011, su momento de esplendor– era de 7,1 millones de espectadores, a los que había que sumar los de las televisiones de unos 140 países que también lo emitían. En su club de lectura hay más de dos millones de seguidores.
A pesar de eso, el efecto multiplicador de los medios españoles no es nada desdeñable. En otra entrada de este blog –¡Mi reino por un minuto de televisión!– comenté el incremento de ventas que supone aparecer en la pequeña pantalla.
Esta semana, hemos vivido el efecto Belén Esteban. Su libro, Ambiciones y reflexiones (Espasa), apareció el pasado martes día 19 y el lunes 25 acumulaba ya cuatro ediciones. Hoy, quizás, encarguen la quinta. El de los mediáticos es un mundo con sus propias reglas.
Sin embargo, en España, el libro –promoción puntual de algunos autores o premios aparte– no es un elemento que cuente mucho en los medios audiovisuales de difusión nacional. Les debe sonar a aburrimiento. En televisión, ningún gran programa cuenta con club de lectura. En radio, solo la SER ha apostado por este formato en el programa de fin de semana A vivir que son dos días, con Óscar López y Manu Berástegui como conductores.
La fuerza de las bibliotecas
Cuando en España hablamos de clubes de lectura nos referimos, en esencia, a los organizados por las bibliotecas públicas. Son miles en todo el país. Casi cada biblioteca cuenta con uno. Las más grandes, con varios. Y hay lista de espera porque el espacio físico es limitado y el recorte de los presupuestos no permite ampliar la oferta.Dos ejemplos: en Extremadura, más de 5.000 lectores participan en sus 202 clubes; en Barcelona ciudad, son unos 1.200 lectores solamente en la red pública, a los que hay que sumar los de entidades privadas –como el Ateneu y muchos centros de la tercera edad– o los de las librerías y algunos cafés.
En Madrid también se pierde la cuenta. Una búsqueda en Google de Madrid y "club de lectura" arroja casi medio millón de resultados. Poca broma.
La variedad de esos clubes es enorme. Los hay por género literario –novela negra, romántica y hasta de autores concretos–, generalistas –lo que seleccione el coordinador del club– y destinados a personas con deficiencias visuales, estudiantes de idiomas o familias, por citar solo tres casos de especialización. En Llinars del Vallès (Barcelona) dirigí uno para personas con enfermedades mentales que fue muy enriquecedor.
Las editoriales no prestan aún suficiente atención a esa masa de clientes. Vale, leen libros proporcionados por la red de bibliotecas, pero cuando descubren a un autor que les gusta, suelen acudir a la librería a buscar
En Estados Unidos –disculpen si insisto en el modelo, pero es el mercado más avanzado– las giras promocionales de casi todos los autores suelen incluir reuniones de clubes de lectura. Obviamente no los visitan uno a uno, sino que reunen a varios de ellos en una gran sala. Por algo será. Les aseguro que a las editoriales norteamericanas les gusta cuadrar los presupuestos tanto como a las españolas.
A veces es una simple cuestión de detalle: colgar en sus páginas web fichas de lectura de algunos de sus títulos emblemáticos, por ejemplo. ¿Cuánto tiempo le llevaría a un editor o a un periodista prepararla y ofrecerla en la Red? En este sentido es ejemplar la labor de la editorial Almadraba y su colección de clásicos de lectura fácil.
Los clubes 2.0
Las redes ofrecen nuevas variaciones al modelo clásico de club de lectura. En Facebook abundan los foros de debate sobre libros, que vendrían a ser la versión 2.0 de las reuniones mensuales en la biblioteca.Aquí el debate es continuo y de lo más variado. Los hay ligados a programas de radio –como el de El día del lector, de Julia en la Onda–, a lanzamientos de novedades editoriales –como los que se coordinan desde el Grupo Planeta–, a páginas Web de información editorial –como la clásica Quelibroleo.com– o a grupos de lectores independientes que comparten opiniones –en la página Goodreads se alojan miles de ellos–.
El de los clubes de lectura es un fenómeno imparable, tanto en su versión presencial –el crecimiento de los clubes en bibliotecas y equipamientos culturales es de un 20% anual– como en su versión digital.
Les dejo. Tengo que preparar la ficha de lectura del próximo club de lectura que coordino. Es una de las actividades más gratas de mi agitada vida de freelance cultural. Me tomo un cafelito y me pongo a ello.
FUENTE: ZOOMNEWS






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