Ni cortos ni perezosos, Pereira y sus compañeros se pusieron manos a la obra. Sin saber si tendrían suficientes volúmenes para abastecer la librería, lo único en lo que se fijaron en un primer momento fue en cuántas estanterías podrían caber en el local. Finalmente, en abril de 2008 abría sus puertas al público Tres Rosas Amarillas. "Para los amantes del cuento, el nombre ya es un referente. Raymond Carver tituló así un relato que narra el día de la muerte de Antón Chéjov. Así, en el nombre tenemos juntos a los maestros del cuento contemporáneo ruso y americano".
Además de las dificultades propias de poner en marcha un nuevo negocio, en este caso hay que añadir las particularidades de un género tan específico como el relato. "Dentro de los lectores que leen narrativa de calidad, el porcentaje de lectores que sólo leen relatos es ínfimo. El cuento no requiere un lector muy especializado, pero sí atento: No es algo que puedas leer en el metro o en el autobús. El cuento se te escapa en el momento en el que te pierdes una frase".
Cinco relatos imprescindibles
Al margen de los quebraderos de cabeza que la librería le pueda traer, una de las mayores gratificaciones que Tres rosas amarillas da a diario a su propietario es el trato con los clientes: "Aquí me siento más cómodo que en el salón de mi casa, y en parte eso es gracias a poder aconsejar qué leer a cada persona. Es la mejor parte de mi trabajo, pero también la más difícil". Aquí van algunas de sus sugerencias:Para iniciarse. Todo como antes, de Kjell Askildsen.
Para regalar. Matar en casa, de Jesús Urceloy.
Para descubrir. Velocidad de los jardines, de Eloy Tizón.
Para leer y releer. Tres cuentos, de Truman Capote.
Para leer al menos una vez en la vida. Crónicas marcianas, de Ray Bradbury.
FUENTE: METROPOLI
No hay comentarios:
Publicar un comentario